martes, 27 de diciembre de 2011

El maestro y el soldado

Sucedió en una ocasión en que el maestro se encontraba sentado en un café, cuando vio que se acercaba al lugar un soldado retirado que había prestado sus servicios en la pasada guerra veinte años atrás.

El soldado llevaba una canasta de huevos.

El maestro sintió el cosquilleo de jugarle una broma y comprobar una vez más algo que ya sabía, así que en cuanto estuvo muy cerca de él gritó lo siguiente:

-¡Atención! ¡Alto! ¡Ya! ¡Firmes! ¡Ya!

El viejo, al oír la orden se puso firme y derecho como una estatua, y la canasta cayó al suelo rompiéndose todos los huevos.

Pocos segundos después, se dio cuenta de que estaba parado y en posición de firmes por haber obedecido automáticamente la voz de mando que había escuchado. Al reaccionar, se dirigió al maestro bastante molesto.

-¡Maestro! ¿Qué tipo de broma es esta? –protestó-. ¿De qué se trata?

-Perdóname –suplicó el maestro-. Yo di la orden para ver tu reacción, pero no tenías porque cumplirla, podías haber seguido tu camino sin hacerle el más mínimo caso. Además, cada quien es libre de gritar lo que quiera, ¿o no?

-En mi caso no es posible maestro –contestó el soldado-, fueron muchos años de servicio y mi reacción es automática, ejecuto las órdenes sin darme cuenta.

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